¿Qué es el ICTUS?
El término ictus procede del latín y significa golpe o ataque, describiendo el carácter brusco y súbito de un proceso.
También se conoce como accidente cerebrovascular (ACV), ataque cerebral o apoplejía. Es una enfermedad cerebrovascular que afecta a los vasos sanguíneos que suministran sangre al cerebro.
¿Cuándo se produce?
Podemos encontrar diferentes tipos de ictus, los detallamos:
- Ictus isquémico o embólico. Ocurre cuando un vaso sanguíneo que lleva sangre al cerebro es bloqueado por un coágulo de sangre.
- Ictus hemorrágico. Sucede por la rotura de un vaso sanguíneo mientras éste lleva sangre al cerebro, produciendo filtración de sangre dentro del mismo.
En ambos, al no recibir la sangre, el oxígeno y la glucosa necesarios, las células nerviosas del área afectada mueren después de unos minutos, causando daño permanente al cerebro.
Factores de riesgo
Según la Organización Mundial de la Salud, un factor de riesgo es cualquier rasgo, característica o exposición de un individuo que aumente su probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión. Podemos clasificar los factores de riesgo en dos grupos:
Factores modificables: son aquellos en los que podemos intervenir para evitarlos, pueden ser:
- La hipertensión arterial: más del 60% de las personas que han sufrido un ictus son hipertensas, de ahí que el control de la tensión arterial sea considerada como la principal medida preventiva. Este factor multiplica por cinco el riesgo de ictus y controlarlo evitaría muchas muertes.
- Diabetes: las personas que tienen diabetes tienen mayor riesgo de padecer una enfermedad cerebrovascular, por lo que la prevención de esta patología es clave. Los motivos son que la glucosa puede elevarse en la sangre, deteriorar los vasos sanguíneos y acelerar la ateroesclerosis. Estudio de Diabetes
- Hiperlipidemia: las cifras elevadas de colesterol constituyen otro de los principales factores de riesgo del ictus. En nuestro país, se está registrando un incremento de los pacientes con colesterol elevado. Estudio de Colesterol
- Tabaquismo y otras drogas: este factor incrementa el riesgo de ictus de 2 a 4 veces.
- Consumo de alcohol: el exceso de alcohol puede provocar un ictus como consecuencia de aumentar la presión sanguínea, aumentar la obesidad, los triglicéridos o provocar fallos cardíacos.
Factores no modificables: son aquellos en los que no podemos intervenir para modificarlos, pueden ser:
- Edad: pasados los 55 años, cada década vivida dobla el riesgo de padecer un ictus. No obstante, esto no quiere decir que las personas jóvenes no sufran el problema.
- Sexo: se producen, más o menos la misma cantidad de ictus en los dos sexos. No obstante, más de la mitad de las muertes son en mujeres.
- Antecedentes familiares: el riesgo de sufrir un ictus es mayor si alguna persona de la familia lo ha padecido. Numerosos estudios han mostrado un componente genético en los casos de hipertensión, hipercolesterolemia familiar y diabetes.
- Haber sufrido un ictus recientemente: Una vez sufrido un accidente cerebrovascular las posibilidades de padecer otro aumentan considerablemente.
- Sufrir enfermedad de la arteria carótida: las arterias carótidas del cuello proveen al corazón de sangre. Una carótida dañada por la aterosclerosis puede bloquear el vaso sanguíneo y provocar un coágulo de sangre.
- Presentar enfermedad cardíaca: un corazón enfermo aumenta el riesgo de ictus. De hecho, las personas que padecen problemas cardíacos tienen el doble de posibilidades de padecer este problema. Estudio de Riesgo Cardiovascular
Síntomas del ICTUS
Podemos encontrar dos tipos de ictus dependiendo de la evolución:
Ictus establecido: inicio súbito y de rápido desarrollo, causa una lesión cerebral en minutos.
Ictus en evolución: es menos frecuente; en este caso, el paciente va empeorando con el paso de las horas, incluso durante uno o dos días, a medida que se va necrosando un área cada vez mayor de tejido cerebral.
En ocasiones, la progresión se interrumpe dando paso a períodos estables (coincidiendo con la paralización de la expansión del tejido necrosado) donde se observa cierta mejoría.
El paciente puede presentar en ambos casos:
- Debilidad muscular. Se siente debilidad y falta de fuerza en un brazo o pierna.
- Pérdida de visión repentina.
- Problemas de oído, olfato, gusto.
- De pronto, falla la memoria.
- Dificultad para hablar.
- Problemas de coordinación.
- Pérdida de conciencia temporal.
- Un dolor súbito de cabeza.
Se han desarrollado algunas formas de saber cuándo una persona va a sufrir un ictus. Entre ellas, se encuentra, por ejemplo, la escala Cincinnati, que consiste en tres comprobaciones:
- Asimetría facial: se indica al paciente que debe sonreír para comprobar que ambos lados de la cara se mueven con simetría. En caso anormal, uno de los lados mostraría dificultad para moverse.
- Fuerza en los brazos: se indica al paciente que estire los brazos durante 10 segundos. En caso anormal, uno de los brazos no se mueve o cae respecto al otro.
- Lenguaje: se indica al paciente que hable. En caso anormal, arrastra las palabras, tiene problemas para hablar o no habla.
Si alguna de estas tres comprobaciones obtiene el resultado anormal, cabe la posibilidad de que el paciente vaya a sufrir un ictus.
Diagnóstico
El médico es quien debe diagnosticar un ictus. Habitualmente lo hace de la siguiente manera:
- Según la información que da el paciente o el acompañante.
- Por la exploración física, que ayuda a determinar donde se localiza la lesión cerebral.
- Puede realizarse una tomografía computadorizada(TC) o una resonancia magnética(RM) para confirmar el diagnóstico, aunque estas pruebas detectan el ictus cuando han pasado varios días.
- El médico puede realizar una angiografía si se plantea una intervención quirúrgica.
Tratamiento del ICTUS
El tratamiento es distinto si el ictus es debido al bloqueo de un arteria o a causa de la ruptura de un vaso sanguíneo. Es el médico quien debe determinarlo, aunque la rápida actuación de quien acompaña al enfermo puede salvarle la vida.